FAETÓN

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La caída de Faetón - Van Eyck
La caída de Faetón - Van Eyck

Épafo, hijo de Júpiter y la ninfa Ío, tenía un amigo llamado Faetón. Se querían mucho, pero a menudo Faetón hacía rabiar a Épafo. Un día Épafo se enfadó y dijo a Faetón que dejara de presumir de que era hijo del Sol, porque todo el mundo sabía que su madre, Clímene, había engañado a su marido con otro hombre y, para justificarse, se había inventado la historia del dios Sol.

Enseguida Épafo se arrepintió de sus palabras pero Faetón se fue abochornado y triste. Fue a junto de su madre y le pidió una prueba de su origen divino. Ella, conmovida, se lo juró, pero él no le creía.

Entonces Clímene invocó al Sol y le pidió una prueba del nacimiento divino de su hijo. Como el Sol no respondió, Clímene le dijo a Faetón que fuera en busca de su padre. Este caminó durante mucho tiempo hacia el este hasta que llegó al palacio del Sol. El dios lo recibió con sencillez y reconoció que era su padre, pero Faetón quería una prueba palpable, así que el Sol le dijo que le pidiera el don que desease y él se lo concedería. Faetón respondió que quería conducir su carro durante un día, pero el Sol le advirtió que era muy peligroso, y los caballos muy difíciles de gobernar. Tanto insistió Faetón que el Sol, ya enfadado, le dijo que ningún padre enviaría a su hijo a una muerte segura y esa angustia debería ser una prueba suficiente de su paternidad. Pero ya Faetón estaba subido a su carro y el Sol le dijo que tenía cuatro hermanas más, hijas de Clímene y suyas. Faetón, ya deseando conducir el carro, salió volando entre los incesantes consejos de su padre. Tal como el Sol había advertido, no pudo controlar a los cuatro caballos, que empezaron a cabecear y se desbocaron. Llegó descontrolado a la constelación de la Serpiente y por poco se libró de sus fauces. Pasó demasiado cerca del casquete polar y muchos icebergs y banquisas se derritieron, cambiando el eje de la tierra. Los caballos volvieron a subir y se acercaron a la constelación del Escorpión, que los esperaba en posición de ataque.

La Tierra sufría incendios, los océanos se evaporaban, los hombres y animales estaban desesperados. Entonces la Tierra pidió ayuda a Júpiter, pero este no sabía si debía meterse en algo que atañía a otro dios, así que habló con el Sol. Este, sintiéndose culpable, callaba y no hacía nada. Entonces Júpiter lanzó un rayo contra Faetón, que salió despedido y cayó ardiendo en el río Erídano. Unas ninfas acudieron en busca de su cuerpo, muerto, y lo depositaron en una tumba en la que grabaron el siguiente epitafio: "aquí yace Faetón, auriga del carro de su padre. Aunque no fue capaz de gobernarlo, al menos cayó víctima de una noble audacia".

El Sol, fuertemente dolorido, mostró su cólera y se negó a volver a conducir su carro, invitando a que fuese Júpiter el que se encargara de guiar a sus fogosos caballos. Júpiter y todos los dioses se arrepintieron, pidieron perdón al Sol y le pidieron que reuniera sus caballos y volviera a su puesto. Así lo hizo.

Por su parte Clímene no encontraba consuelo. Fue a hablar con Épafo, origen de toda aquella desgracia. Luego se marchó y pasó varios días caminando, sin descanso y desesperada. Llegó a la tumba de su hijo y allí se encontró a sus cuatro hijas, llamadas las Helíades. Estaban allí para llorar con ella a su hermano.

Después de ciento trece días velando a Faetón, las Helíades se transformaron en álamos. De esta manera, custodiarían para siempre a su hermano.

  • Caballos del Sol: Pirois, Éoo, Aetón y Flegonte.
  • Helíades: Faetusa, Lampecia.
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