CALISTO

Júpiter estaba desolado por la destrucción de la Tierra llevada a cabo por Faetón. Entonces la Tierra solicitó su ayuda y él despertó de su ensimismamiento y comenzó a reconstruirla.

Cuando ya estaba muy avanzada esta reconstrucción, vio humo que salía de entre el bosque; asustado, se acercó y vio que era Calisto, una ninfa cazadora, que asaba un poco de jabalí. Enseguida se enamoró de ella y, para no asustarla y que no huyera, se transformó en Diana, diosa de la caza, y se apareció ante Calisto. La ninfa quedó encantada en presencia de la diosa pero esta la agarró y, por su fuerza, se dio cuenta de que no era la verdadera Diana sino Júpiter metamorfoseado. El dios de los dioses la violó y volvió al Empíreo.

Entonces la verdadera Diana y otras ninfas encontraron a Calisto y se unieron todas, pero a Calisto le crecía el vientre porque había engendrado un hijo de Júpiter. Un día, mientras se bañaban en el río, Diana y las ninfas descubrieron el embarazo de Calisto y la echaron de su lado.

También Juno, la esposa de Júpiter, se enteró de la nueva infidelidad de su marido y, una vez Calisto dio a luz al niño, al que puso de nombre Arcas, Juno la convirtió en una enorme osa.

Calisto dejó a su hijo por la noche junto al refugio de dos ninfas amigas suyas para que lo criaran, y desde el bosque vigilaba su crecimiento. Él se convirtió en un experto cazador y un buen día se dio la vuelta y vio a una inmensa osa que era Calisto, su madre. Ella no pretendía atacarle pero él interpretó que sí, y, cuando ya había lanzado una flecha dirigida al corazón de la osa, Júpiter no consintió que el hijo matara a su madre. Los cogió a ambos y los fijó en el firmamento: a ella, convertida en la Osa Mayor y a él, en el Boyero, dos constelaciones que permanecerían juntas para siempre.

Juno estaba furiosa y se sentía, una vez más, burlada.