APOLO Y DAFNE

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Apolo y Dafne - Bernini
Apolo y Dafne - Bernini

Después de la aparición de una nueva estirpe de hombres, los animales surgieron del limo. La Tierra volvía a alegrarse porque emergía de nuevo la vida en ella. Lo único que la entristecía era la aparición de una terrible criatura, un reptil enorme llamado Pitón. Ocupaba todo el valle que había al pie del Parnaso y era inmenso; medía varios quilómetros y rodeaba el templo de Temis.

La Tierra y los hombres le suplicaban a Júpiter que lo destruyera, y el dios decidió enviar a su hijo Apolo con esa misión, pues este se pasaba el día tocando música e inventando versos. Apolo, muy poco belicoso, fue a regañadientes y cambió su lira por una aljaba y flechas. Observó a Pitón desde el cielo y le lanzó multitud de dardos hasta darle muerte. Los hombres se lo agradecieron y él les pidió que, en su homenaje, celebraran cada año en primavera unos juegos atléticos llamados "juegos pitios".

Apolo también liberó el templo de Temis y la diosa lo felicitó y lo convirtió en guardián de su santuario. Él eligió a una mujer que viviría siempre en aquel lugar sagrado y la denominó Pitia (o Pitonisa): ella sería la mediadora entre los dioses y los hombres, y transmitiría a estos las palabras de aquellos.

Apolo regresó al Olimpo y se encontró con el pequeño Cupido, el dios del amor. Se burló de él llamándole diosecillo inútil y cobarde. Entonces Cupido, enfurecido, lanzó una flecha a una ninfa que vio en la tierra llamada Dafne, pero era una de las flechas que hacen huir el amor. Luego le disparó una del amor a Apolo. Entonces la mirada de Apolo se posó en la ninfa y enloqueció de amor por ella. La ninfa se encontraba a la orilla del río Peneo, su padre, quien se lamentaba de la soledad y de su hija y la falta de un yerno y unos nietos, pero ella decía ser feliz sola, recorriendo los bosques y amaestrando animales salvajes.

Apolo bajó al suelo para ver mejor a la ninfa pero ella lo vio y salió huyendo. Él la persiguió y, puesto que corría más y no se cansaba, acabó dándole alcance y, en el momento en que ella se dejaba caer rendida y él la tocaba, Dafne suplicó a su padre el río Peneo que la salvara. Él se apiadó de ella y la transformó en laurel. Apolo asistió a la transformación de Dafne con gran dolor y declaró que desde entonces el laurel adornaría su cabellera, su cítara y su aljaba. Y los vencedores de los juegos pitios serían coronados con laurel. También declaró que el follaje del laurel estaría siempre verde, sin temer la llegada del otoño.

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