Cantar de los cantares

Capítulos 6, 7 y 8

Es un EPITALAMIO o cantar de bodas. Una pareja de esposos celebra su amor.

En este hermosísimo poema se inspiró San Juan de la Cruz para su Cántico espiritual.


Capítulo 6
Mutuo encanto del esposo y de la esposa
6:1 ¿Adónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres?
¿Adónde se apartó tu amado,
y lo buscaremos contigo?
6:2 Mi amado descendió a su huerto, a las eras de las especias,
para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios.
6:3 Yo soy de mi amado, y mi amado es mío;
el apacienta entre los lirios.
6:4 Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa;
de desear, como Jerusalén;
imponente como ejércitos en orden.
6:5 Aparta tus ojos de delante de mí,
porque ellos me vencieron.
Tu cabello es como manada de cabras
que se recuestan en las laderas de Galaad.
6:6 Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero,
todas con crías gemelas,
y estéril no hay entre ellas.
6:7 Como cachos de granada son tus mejillas
detrás de tu velo.
6:8 Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas,
y las doncellas sin número;
6:9 Mas una es la paloma mía, la perfecta mía;
es la única de su madre,
la escogida de la que la dio a luz.
La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada;
las reinas y las concubinas, y la alabaron.
6:10 ¿Quién es ésta que se muestra como el alba,
hermosa como la luna,
esclarecida como el sol,
imponente como ejércitos en orden?
6:11 Al huerto de los nogales descendí
a ver los frutos del valle,
y para ver si brotaban las vides,
si florecían los granados.
6:12 Antes que lo supiera, mi alma me puso
entre los carros de Aminadab.
6:13 Vuélvete, vuélvete, oh sulamita;
vuélvete, vuélvete, y te miraremos.
¿Qué veréis en la sulamita?
Algo como la reunión de dos campamentos.

Capítulo 7
7:1 ¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias,
oh hija de príncipe!
Los contornos de tus muslos son como joyas,
obra de mano de excelente maestro.
7:2 Tu ombligo como una taza redonda
que no le falta bebida.
Tu vientre como montón de trigo
cercado de lirios.
7:3 Tus dos pechos, como gemelos de gacela.
7:4 Tu cuello, como torre de marfil;
tus ojos, como los estanques de Hesbón junto a la puerta de Bat-rabim;
tu nariz, como la torre del Líbano,
que mira hacia Damasco.
7:5 Tu cabeza encima de ti, como el Carmelo;
y el cabello de tu cabeza, como la púrpura del rey
suspendida en los corredores.
7:6 ¡Qué hermosa eres, y cuán suave,
oh amor deleitoso!
7:7 Tu estatura es semejante a la palmera,
y tus pechos a los racimos.
7:8 Yo dije: subiré a la palmera,
asiré sus ramas.
Deja que tus pechos sean como racimos de vid,
 y el olor de tu boca como de manzanas,
7:9 y tu paladar como el buen vino,
que se entra a mi amado suavemente,
y hace hablar los labios de los viejos.
7:10 Yo soy de mi amado,
y conmigo tiene su contentamiento.
7:11 Ven, oh amado mío, salgamos al campo,
moremos en las aldeas.
7:12 Levantémonos de mañana a las viñas;
veamos si brotan las vides, si están en cierne,
si han florecido los granados;
allí te daré mis amores.
7:13 Las mandrágoras han dado olor,
y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas,
nuevas y añejas, que, para ti, oh amado mío, he guardado.

Capítulo 8
8:1 ¡Oh, si tú fueras como un hermano mío
que mamó los pechos de mi madre!
Entonces, hallándote fuera, te besaría,
y no me menospreciarían.
8:2 Yo te llevaría, te metería en casa de mi madre;
tú me enseñarías,
y yo te haría beber vino
adobado del mosto de mis granadas.
8:3 Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
y su derecha me abrace.
8:4 Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
que no despertéis ni hagáis velar al amor,
hasta que quiera.
El poder del amor.
8:5 ¿Quién es ésta que sube del desierto,
recostada sobre su amado?
Debajo de un manzano te desperté;
allí tuvo tu madre dolores,
allí tuvo dolores la que te dio a luz.
8:6 Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo;
porque fuerte es como la muerte el amor;
duros como el Sol los celos;
sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.
8:7 Las muchas aguas no podrán apagar el amor,
ni lo ahogarán los ríos.
Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor,
de cierto lo menospreciarían.
8:8 Tenemos una pequeña hermana,
que no tiene pechos;
¿Qué haremos a nuestra hermana
cuando de ella se hablare?
8:9 Si ella es muro,
edificaremos sobre él un palacio de plata;
Si fuere puerta,
la guarneceremos con tablas de cedro.
8:10 Yo soy muro, y mis pechos como torres,
desde que fui en sus ojos como la que halla paz.
8:11 Salomón tuvo una viña en Baal-hamón,
la cual entregó a guardas,
cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto.
8:12 Mi viña, que es mía, está delante de mí;
las mil serán tuyas, oh Salomón,
y doscientas para los que guardan su fruto.
8:13 Oh, tú que habitas en los huertos,
los compañeros escuchan tu voz;
házmela oír.
8:14 Apresúrate, amado mío,
y sé semejante al corzo, o al cervatillo,
Sobre las montañas de los aromas.

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